CAMBIO DE GUARDIA

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 Y lo que parecía imposible, pasó. Tuvieron que transcurrir 16 partidos y cuatro meses enteros sin ganar para que Jorge Almirón dejara de ser entrenador del Elche CF y cerrara su triste tránsito por el fútbol español. Casi medio año entre palmeras para el Negro Almirón, que solo sirvió para que este hombre, a su pesar, dejara una serie de records negativos en la Historia del club, tras un inicio de competición que presagiaba otro tipo distinto de acontecimientos.

Ocurre que todo esto no ha sido un simple fracaso deportivo, sino que ha desembocado en una crisis institucional que a todos nos parecía perfectamente evitable, al  menos en las formas. Desde el mismo momento que el cabezazo de Pere Milla significaba el impensable ascenso del Elche CF, la toma de decisiones a nivel management no ha sido ni la esperada ni la deseable. Quizá sería poco útil, a estas alturas, hacer un análisis exhaustivo de las causas del fracaso. Ha existido un poco de todo en los pecados mostrados desde la dirección y el banquillo. Y, sobre todo, una sensación de que esta dimisión, cese o destitución viene bastante tarde para los intereses del club franjiverde.

E insistimos, todo en medio de un vórtex huracanado que apunta directamente a la persona de Christian Bragarnik, cabeza visible de los propietarios del club. El tiempo hará que todas las cosas se puedan clarificar. Pero en las últimas semanas la inacción de Score Club 2019 ha levantado todo tipo de especulaciones. Muy innecesariamente.



A principios de la temporada, Jorge Almirón hizo unas declaraciones a la prensa bonaerense en la que se encomendaba a la media docena de futbolistas argentinos llegados en el mercado estival. Poco más o menos ensalzaba el ‘gen competitivo’ de los argentinos para poder obtener un hueco digno en la Primera división española. De alguna manera también eso pensaba buena parte de la afición ilicitana, entre los que me cuento. Era como una mezcla dulce pero explosiva de factor sorpresa más una dosis importante de pelea constante. Muchos pensábamos que eso, sumado a la inercia positiva de los partidos de ascenso, nos podía catapultar hacia el éxito inmediato. Aquello solo duró un mes.



Durante los casi cuatro meses siguientes en la afición del Elche CF solo ha habido zozobra. En estas páginas hemos sido muy críticos con la actuación del cuerpo técnico que regía al conjunto ilicitano. En más de medio siglo siguiendo a este equipo, les aseguro que jamás ví espectáculos tan lamentables de la escuadra de nuestra ciudad. En ninguna categoría. Incluso algunos resultados medio positivos (Levante, Villarreal) que se vendieron como grandes éxitos, en estas páginas señalábamos como actuaciones esperpénticas y poco susceptibles de elogio ninguno. Quizá desde el banquillo del Martínez Valero no se quiso o no se supo ver.



 El resultado de la aventura de Almirón con el Elche, pues, es bien conocido. Juego infame, inmovilismo en los defectos de equilibrio del equipo, constatación de una plantilla muy mal confeccionada con algunos jugadores que no parecían propios de un equipo de la Liga Santander y un muy triste desbarajuste táctico. Todo ello hizo que uno a uno los jugadores del Elche se fueran desactivando y las pocas cosas buenas desvaneciéndose. El que más y el que menos ya se dio cuenta de que la conceptuación de la dirección técnica del equipo era una seguida de despropósitos.

Almirón se encontró casi sin quererlo con un esquema de 5-3-2 con carrileros adelantados. Nada nuevo. En Sudamérica hay algunos equipos grandes que hacen ese dibujo, por ejemplo, el River Plate de Marcelo Gallardo. Pero esos equipos, aparte de que tienen unos jugadores para hacerlo, tienen también un fuerte dominio del juego de ataque. Almirón tardó varios partidos en verlo. Y cuando quiso pasar a un más prudente 4-2-3-1 la distancia entre líneas fue algo insalvable para realizar un juego mínimamente decente. Con, en adición, graves agujeros defensivos. Todo rezumaba una sensación deprimente de desorientación.

 La insólita gestión (por decirlo de alguna forma) del mercado de invierno hizo el resto.



El técnico contratado para intentar mantener la categoría es Fran Escribá, que casi seis años después vuelve a un equipo al que ya ha dirigido en 125 encuentros oficiales. Solicitado y deseado por la casi totalidad de la afición, parece la opción más sensata que estaba disponible para asumir de urgencia la tarea de sacar al enfermo de la UVI en la que se encuentra hace ya muchas semanas.

Escribá asume así una misión casi imposible y me imagino que tendrá estudiadas las opciones tácticas que pueden dar algún resultado positivo en el equipo. El recuerdo que tenemos del entrenador valenciano es que es un hombre amante de disciplinas y rigores defensivos, pero menos holgado en sistemas de ataque. Pero dado que esto último era inexistente en la etapa Almirón, a poco que restaure orden y equilibrio de centro campo hacia arriba ya será mucho más de lo que se tenía. También se presupone que su llegada servirá para encender el interruptor de activación de algunos futbolistas marginados hasta la fecha. Ahora la guardia pretoriana es todo el equipo, empezando por el propio banquillo.



Pero donde más se espera de Fran Escribá es en su influencia en la parte anímica del grupo. En el mundo actual, cuando se piensa que un deportista no solamente es un recurso sino que además es una persona que interacciona con sus compañeros, la importancia del gestor emocional es sumamente decisiva. Más en una situación de hartazgo y caos mental que parece ser la dominante ahora mismo en ese vestuario. Será vital que el nuevo cuerpo técnico derribe inmediatamente cualquier atisbo de desmotivación y entre en una dinámica de sumar. Y si es exponencialmente mucho mejor. Pacheta vivió de eso y le fue muy bien. Escribá deberá apoyarse en cuantas modalidades de estímulos colectivos conozca para hacer reaccionar a esa plantilla que necesita creer.  Y crecer a partir de esa fe.

No podemos dejar de señalar otro aspecto más que importante: con Escribá nos llega un hincha más del Elche. Y eso, a nivel identitario, es un tema muy capital. En su anterior etapa se consiguió una íntima identificación entre técnico y aficionados. No solo por el hecho de conseguir un ascenso y dos permanencias, sino porque, incluidas variables personales, Fran demostró ser buena persona, un caballero en esto del deporte. Y ese tipo de cosas anidan de buen grado en la memoria colectiva. Incluso en la parte fonética del enunciado ‘el Elche de Fran Escribá’ será para el exterior más Elche CF que ‘el Elche de Jorge Almirón’. Mucho más reconocible.



La competición en este momento está partida. Los últimos ocho equipos de la tabla clasificatoria en sus últimos 5 partidos solo han conseguido entre todos 3 victorias. (Valencia contra Elche; Alavés y Huesca sobre Valladolid). 3 sobre 40 partidos. Un paupérrimo 7.5%. Qué quiere decir esto? Dos cosas: que anotar puntos cuesta mucho y cada pelota será vital para ello; y que el torneo del descenso está abierto y se puede (y se debe) luchar a muerte por conseguir no caer en él.

En definitiva, es momento para coger aire.


JP

 

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