ESTE AÑO, AÑO 100

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Los seguidores del Elche CF hemos concordado que la anécdota de la discusión sobre si nuestro club se fundó en agosto de 1922 o en enero de 1923 es solo eso, una mera anécdota y, en definitiva, todo se reduce a una celebración para el transcurso de esta temporada de calendario futbolístico 2022/23, recién comenzada. Porque lo importante, lo verdaderamente importante, es que la ilusión que ahora mismo respiramos es idéntica a la de todos los inicios de curso durante esta última centuria.


Y pienso que no exagero cuando digo que durante esta última década en la que ha habido tantas luces como terribles sombras, todos mirábamos de reojo la fecha de 2023 para estar en primera línea de juego, es decir, militar en la máxima categoría del balompié español. Cosa que se ha conseguido y es un espléndido motivo de satisfacción para todos. Quizá no imaginábamos que el último ascenso, tan así de carambola, se iba a lograr en estadios vacíos por mor de una pandemia del todo inesperada. Como tampoco creíamos que todo iba a ser de manos de una mercantil argentina y de un hombre, Christian Bragarnik, que poco a poco ha conquistado el corazón de la fanaticada. Incluso hay un punto de malsana compasión cuando se mira muy desde arriba al eterno rival, ahora mismo tres categorías por debajo de la nuestra. Un cúlmen de circunstancias que hacen, todo junto, que el panorama futbolístico de la ciudad de las palmeras sea esplendoroso, muy esplendoroso.

 

La Historia de nuestro Elche CF tiene dos hitos claros: el primer ascenso a 1ª División, allá por 1959 y la llegada a la final de Copa, entonces llamada del Generalísimo, en el año 1969.



El primer hito empezó a gestarse en el verano del 57. Esquitino había llegado a la presidencia del club tras las penurias de la época de la Cooperativa y era claro que corrían tiempos nuevos. Viajó a Barcelona en busca de un entrenador que guiara la nave blanquiverde y cuentan que fue Pepe Samitier, por entonces gran factótum del Barça, quien recomienda que se contrate a César Rodríguez, que por entonces rodaba por Palma de Mallorca. El leonés llevaba un par de años retirado y tenía 37 años. Tras unas arduas negociaciones finalmente aceptó venir a Elche con el cargo de jugador-entrenador. Su trayectoria en esos primeros dos años fue meteórica. Se consiguió ascender consecutivamente a 2ª y 1ª División, generando en la ciudad un fervor con el equipo sin igual hasta entonces. En la última jornada, en el Helidoro Rodríguez contra el Tenerife, el Elche ganaría 0-3 para proclamarse campeón del grupo II de esa 2ª categoría. Nito, Cardona y Pauet fueron los anotadores de aquella tarde primaveral en Canarias.

 


Es fácil observar cómo el crecimiento del equipo y la entidad como tal es muy paralelo al de la ciudad. Cuando el equipo de fútbol llega a la máxima categoría, Elche es apenas un pueblo que está empezando a crecer. Y es justo a partir de esos inicios de los 60 cuando ese crecimiento, al socaire del desarrollismo tardofranquista, se hace más pujante. Una fuerte industrialización, masivamente en el sector calzado, que significa que los talleres de alpargatas se convierten primero en talleres más modernos y rápidamente luego en grandes fábricas. La mayoría eran empresas familiares, como sucedía en el resto de la provincia con la industria del juguete en Onil o Ibi o en la del textil en Alcoi o Cocentaina. De tal modo, los hogares ilicitanos empezaban a generar ahorros, que súbito invertían en la compra y sustento de vivienda, faenetes o apartamentos en Santa Pola para veraneo.

El salto demográfico es importante: a finales de los 50, Elche tiene 70.000 habitantes. Una década después, se ha llegado a 125.000. En pocas palabras, se ha pasado realmente de pueblo grande a ciudad. Y es así como es percibido por la prensa deportiva nacional. Que empezó tratando al Elche CF como equipo de pueblo y dátiles, pero pasó a ser equipo de ciudad próspera y de calzado deportivo. Y en esto es muy destacable que en esos años Elche recibe una muy grande inmigración de personas principalmente de Murcia, La Mancha y Andalucía. El fútbol y el equipo de fútbol actúa como un núcleo potentísimo de integración, la cual se produjo muy apaciblemente. Ser del Elche CF era ser de Elche. Todo iba a la par. La década de los 70, transición política incluida, tuvo un comportamiento similar.



Y es que los equipos de fútbol pasaron a ser, si no lo eran ya, un símbolo identitario de primera magnitud. La mayoría de la gente pasó a identificar lugar de origen con equipo de fútbol, sin siquiera importar demasiado si esa persona era aficionada al fútbol o no. Todo el mundo sabía que el Athletic iba a rayas y el Madrid iba de blanco. En eso la franja verde (nunca estaremos lo suficientemente agradecidos a Anton Fibver) hizo un gran papel. Porque si alguien, hombre o mujer, vestía de claro con una lista ancha horizontal, era fácil escuchar: ‘uno del Elche’. Las simplificaciones funcionan así.

 

El segundo hito importante, todos estaréis de acuerdo, llega precisamente en el apogeo de todo cuanto estamos diciendo. Con el Deportivo Ilicitano paseándose por la 2aDivisión, el Elche CF llega a la final de Copa de 1969, donde aquel 15 de junio nuestro conjunto pierde, pero tutea al At.Bilbao. Un equipo, el de Roque Máspoli, que los niños del momento recitábamos de memoria.



Y llegamos al tercer instante crucial en la Historia de este siglo ilicitanista. La construcción e inauguración en 1976 del Nuevo Estadio. De alguna forma, era el resultado de todo ese crecimiento que hemos hablado de Elche y del Elche CF. Eso permitió pensar en grande a los franjiverdes que ahora ya podían presumir de tener un feudo de verdadero nivel. Ser sede en el Mundial 82 lo confirmaría.




 Pero a partir de ahí, la seguida del conjunto ilicitano se escribe con más sombras que luces. Se llegan a vivir varios momentos críticos. El cambio de cuantificación en el deporte, auspiciado por la llegada de las televisiones privadas, más la conversión de los clubes de fútbol en sociedades anónimas deportivas cogen al Elche CF muy a contrapié. Lejos de la 1ª División y con un continuo malestar económico. A nadie se nos puede olvidar aquella asamblea del Gran Teatro en 1994. Ni el discurso de Sixto Marco aquel día. El fútbol ganaba adeptos, sobre todo por TV, pero el Elche se tenía que conformar con un discreto segundo escalón.

Y justo cuando se retorna, tras un cuarto de siglo, a la élite…. Todos los recordamos por desgracia. Todos los males se juntan en unos años ominosos que, esta vez, por suerte, se superan con rapidez y servidos por un conglomerado de méritos validados por la fortuna.



La llegada de Christian Bragarnik y sus socios a la posesión del accionariado ilicitano han marcado el inicio de una nueva era, en la élite del fútbol español, que es en la que estamos y en la que nos disponemos a vivir el Centenario. Parece que, al fin, la entidad puede olvidar sus pertinaces pesadillas económicas e instalarse en una bendita nube de vitalidad social, pero también deportiva.

En eso nos ha pillado el primer Centenario. Con la afición pensando y deseando consolidación y crecimiento dentro de la élite. Ya la mayoría de charlas entre los aficionados son casi exclusivamente deportivas, de si éste o el otro jugador o si ésta o la otra táctica. Lo lógico en una afición futbolísitica. Los temas extradeportivos ahora son los menos debatidos, como siempre debería haber sido. Como vemos, por vez primera en décadas se contempla continuidad y estabilidad en todos los terrenos, incluso si los marcadores empezaran a ser muy decepcionantes. Ahora se puede pensar en soluciones.

 

En definitiva, como decíamos al principio, la ilusión de la hinchada franjiverde permanece intacta temporada tras temporada, incluso podríamos afirmar que se está incrementando. Los acontecimientos de estos últimos tiempos, además, han generado un sentimiento de pertenencia, que quizá no existía en el pasado. Porque entonces, todo apunta a que esa fidelidad social tiene más fuertes raíces lo cual se ha vuelto deliciosamente contagioso. Y como en deporte es mejor estar preparados para el fracaso, este complejo concepto ahora parece habitar el sentimiento común de los aficionados sin ningún problema. No hay miedo al fracaso, no hay miedo a perder. Las derrotas unen mucho, créanme. Si alguna vez se hace una Escuela Superior de Sufrimiento Deportivo, seguro que tendría muchos catedráticos ilicitanos. De eso entendemos bastante en Elche.

 

La presente temporada empezó con una fea derrota en Heliópolis contra el Betis. Se vieron demasiadas carencias y los resultados adversos siempre provocan dudas. Pero el fútbol ofrece revanchas de modo perpetuo y lo que hoy es negro, un simple gol puede virarlo mañana en blanco. En eso confiamos.

Como siempre lo hemos hecho en los últimos cien años.


José Pastor

 

 

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