AUSENTES EN LA BATALLA

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 Sin rédito en la visita del Elche CF al estadio de El Sadar de Pamplona. Ni los cambios de jugadores ni siquiera el leve cambio de actitud de principio sirvió de mucho a un Elche al que se le empiezan a acabar las fechas para resarcirse en la tabla clasificatoria. Todo queda ahora a encomendarse a los próximos compromisos en casa, aunque ya empieza a ser dudoso que simplemente eso baste.

De entrada Fran Escribá realiza cambios. Obligados y no obligados. Con la gran sorpresa de la entrada bajo palos de Paul Gazzaniga y la ausencia de Gonzalo Verdú que ocupa Diego González. Los primeros 20/25 minutos son testigos de cierta actividad de ataque ilicitana, con Josan y Rigoni más activos que efectivos por bandas. Con la tontería reglamentaria de una tarjeta de la nada para Lucas Boyé en el minuto 8.



Pero todo fue solo un espejismo. Bastó que los dos vértices del rombo pamplonica en centro de campo entraran en combustión para que el Elche dejara siquiera de intentar juego. En efecto, fue determinante que el socarrat Lucas Torró y uno de los hombres de moda, Jon Moncayola, entraran en contacto con la pelota para que Osasuna acabara anotando. El de Cocentaina ex de Eintracht Frankfurt (que pudo haber llegado a Elche el pasado verano) es bastante más que un ancla. Es un medio centro que abre juego. Y Moncayola continuamente va hacia bandas.

Justamente lo que le falta al Elche CF. Su dupla de centro campo, incluso hoy que a nivel individual han estado mejor que otros días, no abarca el volumen de cancha que otros equipos. Ni mucho menos, como hemos señalado aquí persistentemente, canalizan ningún flujo de juego. Esto ya no es un problema de futbolistas. Es el esquema el que falla. Y si no se quiere ver así es que los análisis no son del mismo tipo de recorridos. Si alguien piensa que Rigoni, Josan o Milla son capaces de generar espacios o generar algún tipo de balance que pueda finalizar en desequilibrios de ataque es que es demasiado optimista.



Para colmo, como cada partido, dos goles que retratan a todo el mundo. Calvo sigue hasta la banda a Budimir en la única ocasión que lo hace y el gol viene en su hueco. En el lugar preferido por los rivales para golear al Elche, el corazón de su defensa. El segundo gol otra secuencia de errores en cadena. Qué  desafortunado queda siempre Diego González. Y eso que Gazzaniga ha estado razonablemente bien en su debut. 

Incluso para mí hoy es poco oportuno fijarse en errores individuales, que los ha habido, ni cargar tintas en determinados jugadores. Hay quienes acaban su análisis con cargar contra algunos nombres. No son Marcone ni Rigoni ni Palacios las piezas que desafinan. No son Nino ni Víctor jugadores de un cuarto de hora. Es el colectivo el que falla, con una actitud inadecuada cuando el marcador se vuelve desfavorable. El dibujo es ineficiente y la conexión entre líneas es peor que ineficiente. No existe el tránsito necesario. Y Escribá es reincidente en sus planteamientos. Aunque uno acabe por pensar que tampoco es toda la culpa del entrenador. Pero sí es parte importante de esa culpa.



No vale la pena incidir más en conceptos futbolísticos. El Elche CF hoy ha hecho un partido en consecuencia con sus antecedentes. Ni más ni menos. A ratos da impresión de velocidad incluso de garra. Pero nada de eso. Al Elche le falta con urgencia alguna marcha de más y parece que el ánimo de lucha de los jugadores tampoco es el que corresponde ni a la fecha de la temporada ni a la clasificación. La imagen de todos, cada vez más desmejorada.



En definitiva, como en Huesca, los franjiverdes no comparecen debidamente en la batalla. Una ausencia que cada vez es más clamorosa. Y la decepción y la preocupación para la sufrida hinchada cada vez mayor

El resto ya entra en la capacidad de fe de cada seguidor. Una fe ya casi devota de milagros.


RV

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