TRABAJO
ESTANDARIZADO
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Con la voluntad de una
repetición casi al pie de la letra del partido de hace quince días en La
Cerámica contra el Villarreal, el Elche no ha conseguido repetir resultado y no
pudo puntuar en el Wanda Metropolitano. Lo malo del resultadismo es que se
define por sí mismo. Y claro, en el momento que ese propio resultado es
negativo, pierde absolutamente toda la gracia. Porque no hay nada más que lo
sustente.
El resumen del partido es
claro. El gol de Lucas Boyé hizo girar el rumbo de un partido que iba para
vergüenza. Y el penalti que tantas ganas tenía de pitar el amigo Estrada
Fernández nos sacó definitivamente del partido. Y esa es la paradoja: hace
falta ir muy detrás en el marcador para dar un paso adelante y escapar del
corsé cerocerista que ya está demostrado que no sirve absolutamente para nada.
Igual que el partido contra el Betis.
De entrada el planteamiento es
muy triste. Ese 4-1-4-1 podría presuponer que en algún momento habría un juego
de ataque con 5 futbolistas. Pero eso no se da en absoluto porque nuestro
stopper, Ivan Marcone, no conecta nunca con jugadores de delante. Entonces, lo
que realmente tenemos es 5-4-1, pero con la línea de centrocampo incrustada
atrás y muy pegada a la defensa. Resultado: salida nula. Y, por ende, regalar
70 metros al contrario. Añadan que como la descoordinación entre líneas es
total, pues pronto o tarde aparecen los pasillos en defensa, con lo cual la
porosidad es siempre muy peligrosa.
El problema es que las
pérdidas de balón desvirtúan cualquier propósito de juego. Josan Ferrández y
Tete Morente se han convertido en fábricas de perder balones. De facto, el
primer gol es calcado al que se encajó contra el Celta. Pérdida tonta en centro
de campo de Josan, defensa a contrapié, gol en contra. Fidel se contagió
también de ese defecto en la primera parte. Más Barragán y Josema, la misma
cosa. Y esa desconfianza en perder el control es lo que hace que las maniobras
se ralenticen. Esa lentitud es lo que convierte en espiral paralizante.
En el descanso Almirón
rectificó una alineación que fue algo descabellada. Y no es que ahora tengamos
que crucificar a John Donald. Pero es que el tono defensivo estaba siendo muy
flojo. Y lo de Rigoni es también muy claro. Es uno de los pocos que pueden dar
movilidad al equipo en bandas. No es de recibo dejar la calidad en el
banquillo. Esto sirve lo mismo para Nino. El equipo necesita hombres que hagan
algo más que pasar el balón atrás. Lo hemos dicho hasta la saciedad. O se
gestiona mejor la circulación en ataque o no hay nada que hacer.
Juan Sánchez Miño es
lamentablemente culpable en el segundo gol. Y me sabe particularmente mal. Yo
he visto muchos partidos de Sánchez Miño en Independiente y no es el mismo
futbolista. Parece que tenga algún problema extradeportivo que le hace estar en
el campo muy desconcentrado.
El partido era un juego de
espejos, pues ambos entrenadores se han declarado devotos el uno del otro.
Quizá Simeone pensaría para sus adentros ‘me gustaría tener la disciplina
táctica de los jugadores del Elche’. Almirón por su parte pensaría ‘me gustaría
tener la calidad de los jugadores del Atlético’. Lo que ocurre es que en fútbol
calidad supera a entusiasmo.
Lo malo es que Almirón cree
que es mérito de su sistema defensivo el anular al equipo contrario. Pero es
que tal concepto es erróneo. No se puede montar un equipo, mucho menos una
estrategia, con el estandarte de no dejar jugar. Porque en algún instante el otro jugará.
Por eso el Elche CF está
queriendo hacer un trabajo estandarizado en el que el principio es vivir en tu
propio campo sin iniciar ningún juego de ataque. Y el final es perder el
protagonismo, robóticamente. Resultadismo para nada.
MB
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