CONSTRUIR
UNA CULTURA DE CLUB
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Carta
abierta al sr. Christian Bragarnik
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Hace poco más de un año, los
Phoenix Suns, equipo de la NBA, contrataron como primer entrenador a Monty
Williams, un prestigiado técnico que había hecho buen trabajo en New
Orleans o en Philadelphia como
asistente. Además, se le presumía una buena carga de valor personal, algo que
tristemente se pudo comprobar hace unos años cuando perdió a su mujer en un
accidente de tráfico. Los Suns llevaban más de una década arrastrándose por las
canchas del baloncesto profesional americano. Malas decisiones en despachos más
una nula química con la fanaticada habían convertido al equipo de Arizona en un
lugar triste donde los resultados eran pésimos y el juego peor. Nada más
llegar, Williams puso las bases para un nuevo horizonte: se trataba de cambiar
la tendencia perdedora del equipo por una cultura global de la franquicia llena
de aspiraciones competitivas. Mentalizó
a las estrellas del equipo (Booker y Ayton) para asumir liderazgo y confió a nuestro
Ricky Rubio la dirección de las operaciones. Todo eso con un plus: conseguir
que todos se sintieran importantes. Los resultados en este año convulso han sido
bonitos. Estuvieron a tiro de una canasta de alcanzar los playoff. Pero sus 8
victorias consecutivas en la ‘burbuja’ de Orlando quedarán para el recuerdo.
Este ejemplo reciente de los
Phoenix Suns valdría perfectamente para definir el concepto que debería
plantearse válido para el Elche CF. Supongo que comprenderá, señor Bragarnik,
que esta misiva no tiene ninguna consideración personal. Sabemos que usted solo
es la cabeza visible de un consorcio empresarial del que conocemos tan solo
algunos detalles. Y que lo que a usted le mueve en este día y a esta hora será
seguramente poder pagar los plazos de compra de acciones que acordó con el señor Sepulcre. Por
desgracia, en el fútbol el cortoplacismo es un mal endémico que provoca que los
árboles apenas dejen vislumbrar el bosque. Pero, créame, es bien importante
poder centrar la perspectiva y ser capaces todos de ver nítidamente ese bosque.
Que los clubes deportivos son
un sentimiento imagino que usted lo tiene absolutamente claro y es
completamente aplicable a nuestro Elche CF. Las personas cambian de credo
político, de pareja amorosa, incluso de religión… pero nunca de colores futbolísticos.
Así pues, partiendo de eso mismo, usted también sabe que la comunión entre
grada y cancha concede muchos puntos, incluso en estos tiempos malditos en que
los asientos están vacíos. Entonces resulta que es la identidad de un club lo
que hace que pueda adquirir fortaleza. Y cómo se llega a eso??
Podríamos expandirnos mucho en
este tema, porque la sociología deportiva es una ciencia que ya está llegando a
puntos de acuerdo bastante completos. Pero básicamente tenemos dos terrenos en
los que es indispensable consistencia. En primer lugar, poder ser un
club reconocible. En segundo lugar, llegar a ser un club al que los futbolistas
quieran venir.
Cuando Johann Cruyff llegó al
Barcelona como entrenador en 1988, lo primero que hizo fue ordenar a todo el organigrama
técnico del club que todos los equipos de la entidad, desde el primer equipo
hasta el último equipo alevín, jugaran de la misma forma y con el mismo sistema
táctico. E incluso dotó de números a cada una de las posiciones, en su célebre
3-4-3, con rombo en el centro del campo. Cuentan que solo Peio Artola,
ex-guardameta del Barça y que entonces entrenaba a uno de los equipos juveniles,
se negó a acatar esa orden. Al día siguiente estaba despedido. Imagino que,
salvando distancias, el puesto de Jorge Raffo debe ir por ese camino, sin
necesidad de extremismos. Pero ser un club reconocible, tener una identidad
propia y diferenciada del resto es algo que muchos equipos llevan persiguiendo hace un siglo. Y pocos lo han conseguido. Pero la dirección apunta a ese
destino. Ser reconocibles. En el Elche no queremos ser R. Madrid o Boca
Juniors. No lo podemos ser, porque la ciudad de Elche no es Madrid ni Buenos
Aires. Pero tampoco lo queremos ser. Ser reconocibles y serlo manteniendo todas
las esencias. Solo la vía de gestión deportiva, pero también la de creación de
un corpus societario sólido, nos
puede llevar a ese tipo de logros.
Supongo que usted conocerá las
palabras, hechas ya mitología, del venerado Sixto Marco y aquella asamblea del
Gran Teatro. ‘Elche es una palabra muy seria’. Seriedad. Algo que por desgracia ha faltado últimamente en esta
entidad. Y buen trato a los deportistas. Pagar bien. No lo justo, sino incluso
algo más. Los futbolistas saben a qué lugares querer ir. Usted conoce bien ese
asunto. Un lugar en el que se valore y se pague bien el talento y donde se
cuide la proyección de cualquier joven o la experiencia de cualquier veterano. Si
consigue que el Elche CF sea un lugar donde querer llegar, ya tendrá mucho
conseguido.
En el fondo, todo cuanto haga
por el bien del Elche CF tiene un beneficio primario para usted. Le hago
conocedor de que, en este siglo XXI, la propiedad de una entidad futbolística
llega un momento que se hace indiferente para el seguidor. Salvo
acontecimientos de extremada gravedad, un espectador no se preocupa demasiado
de quién es el que firma los cheques en el club. Pero también le hago conocedor
de que sin esas, de momento, 12-15.000 almas que viven pendientes de la franja
verde, el Elche CF no sería nada. El ser intrínseco de un club deportivo es su
masa social, eso es algo que no precisa explicación. Por eso al socio se le
debe mimar, igual que al futbolista. Los éxitos siempre han llegado a los
equipos donde la conexión entre todas las partes implicadas se hace sin
fisuras. Y la Historia del Elche CF, casi centenaria, tiene páginas y nombres
propios que están en la tradición cotidiana de la ciudadanía.
Por todo esto, querido señor
Christian Bragarnik, usted debe pensar que lo del Elche CF es mucho más que un
proyecto empresarial o un desafío económico. Mucho más. Además, será
inteligente reconocer que en tanto en cuanto su inversión adquiera estabilidad
deportiva e institucional, tanto más ampliará el caudal de beneficios. Usted se
encontró con un valor comercial que rápidamente aumentó ese mismo valor por el
hecho de pasar a competir en máxima categoría, algo que quizá usted había
previsto para un plazo medio, no inmediato. Pero queremos pensar que la
improvisación de mover pistones más potentes para el motor se está dando
bastante bien. Queremos confiar en usted. Se está generando ilusión y eso es
más que importante. Es vital. Y esa ilusión se demuestra en estos días, en los
que los aficionados del Elche CF, probablemente también los jugadores y
técnicos, tenemos unas ganas locamente saludables de que empiece el próximo
partido. Este último mes ha hecho soñar a mucha gente y, de paso, quitarse
complejos. Es mérito suyo en gran parte. Aprovéchelo.
Usted debe también ser sabedor
de que el anterior entrenador, ese al que usted no renovó, ha dejado una
herencia maravillosa en este club. Y que sería buena base para recomenzar. Así
lo reconoció sabiamente Jorge Almirón el día de su presentación. Ese legado,
que es como una bendición, pasa por una palabra mágica: fe. Gracias a José Rojo
en el Elche hemos recuperado la fe. La fe en nosotros mismos. Y eso para un
club con ribetes de eterno perdedor es una luz sobre la que
construir futuro. Para una afición que abandonó su estadio con silencio
respetuoso y resignado aquella tarde de mayo 1981 frente al Cádiz o gritó de rabia en la
Plaça de Baix contra la LFP aquella otra
tarde de julio 2015, la fe, la ilusión, la palabra ‘confianza’ es algo muy
serio. Como diría Sixto.
JP
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